Desde el precipicio

Si me asomo al futuro, puedo ver que no existe.

   Toda mi vida he fantaseado con él, con lo que podría o no hacer, con lo que sería o no sería de mí el día de mañana. He llegado a un punto en mi vida, a este punto, donde tengo la certeza de que el mañana no existe, es solo una ilusión con la que nos gusta jugar y entretenernos cuando no tenemos otras cosas en las que pensar.

   En este punto de mi vida, en este punto en el que estoy, expresiones como: luego, más tarde, pasado mañana, el mes próximo, el año próximo, en verano, dentro de diez, quince o tres años...., carecen de significado.

   No existen planes. No los hago. No me gusta que me obliguen a hacerlos.

   Los planes inacabados, frustrados, se adhieren a mi alma como una losa. Me pesan y lastran impidiéndome seguir hacia delante.

   No tengo rumbo.

   No tengo camino a seguir y si, sin darme cuenta, lo imagino, sacudo la cabeza al instante. No no quiero hacerlo y no lo haré. Los caminos nos dirigen a metas a veces inalcanzables haciendo que perdamos la magia de lo que hoy tenemos a nuestro alrededor. A menudo, lo que realmente merece la pena alcanzar, está a nuestro lado. Podríamos tocarlo al estirar los dedos de la mano pero estamos tan ocupadas y ocupados en mirar más allá que no nos damos cuenta de lo que  aquí perdemos.

Si miro al futuro, siento un gran vacío.

Por lo que he perdido,

por lo que perderé...

No me encuentro en él,

si me busco. 

   Nada que decir, nada que hacer... El mañana será imprevisible, lo mismo que lo fue ayer.

   No sé lo que será de mí, ni quiero saberlo, De nada sirve preguntárselo cuando nada podemos hacer. Lo imprevisible nos alcanza, queramos o no. Lo inalcanzable seguirá siéndolo,  queramos o no. 

Si pienso en el futuro,,,,,,

Si pienso en el futuro. puedo ver que pierdo el hoy.

No quiero,

y no lo haré